viernes, 10 de diciembre de 2010

Susto En Las Alturas.

Llevaba cuatro días en Cusco y estaba concluyendo mi viaje luego de 2 semanas de vacaciones recorriendo Perú. Eran los primeros días de febrero de este año, en pleno invierno boliviano. Producto del mal tiempo y del desastre que ocasionaron las crecidas de los ríos, no pudimos llegar a “Machu-Pichu”. Pero de todos modos, hicimos todos los circuitos turísticos que estaban disponibles: museos, tour por ruinas arqueológicas, iglesias coloniales, fiestas costumbristas, restoranes típicos, eventos culturales, hasta los escasos supermercados que existían en la ciudad. Aprovechamos al máximo nuestra estadía en Cusco. Aunque al llegar, nos había decepcionado un poco. En gran parte por la pobreza y peligrosidad que abundan en sus barrios periféricos, junto con el repelente olor a “orines” de sus calles y el color barro de las casas.

Mi avión a Lima partía a las 12:00 Hrs., y debía salir del Hotel antes de las 10 de la mañana del quinto día. Me levanté como pude a causa del estado deplorable en que había amanecido, por culpa de la fiesta de despedida que me hicieron mis amigos la noche anterior en un Pub del Barrio de San Blass, ya que ellos seguían su viaje rumbo a Bolivia. Me sentía morir. “Nunca más me pongo a tomar en altura”, me dije. Agarré mi mochila, mis cosas y un buen taxista me llevó casi en condición de bulto rumbo al aeropuerto.

                                                                                               Amanecer en Cusco-Perú.

El día como nunca había amanecido caluroso, bien soleado, con un cielo azul resplandeciente. Me alegró el hecho de pensar que estaría de vuelta en Chile, disfrutando de las comodidades de mi hogar, alejado de las calamidades que había dejado el invierno boliviano en Perú. Realicé los trámites pertinentes y revisé mi pasaje en la sala de espera. Una vez ahí, me llamó la atención la cantidad de latinos que abordaban los vuelos de “Lan”. Yo había comprando un pasaje en “Taca”, ya que algunos gringos lo recomendaban por ser más baratos. En la sala de espera se contrastaban las cabezas claras con mi cabeza negra, entendiendo que tendría un viaje de una hora sin un sólo diálogo en castellano.

Una vez arriba del avión, me doy cuenta que mi asiento queda al lado del pasillo. A mi costado, dos señoras enormes, medias alternativas (una de cabello fucsia y la otra rapada), hablaban alemán y se acariciaban mutuamente. Opté por mirar en la ventana del frente para saber si habíamos despegado o todavía permanecíamos en tierra (dado mi estado etílico).  Me percato que lo único lindo en aquel aparato eran las azafatas, ya que todo parecía viejo y parchado. Reconozco que me preocupó un poco, mientras en mis oídos escuchaba un zumbido de conversaciones en diversos idiomas, menos en español.

Pedí dos vasos con té de manzanilla a la azafata, lo que también ordenaron las personas que estaban detrás mío (pero no había mucha manzanilla). Con mucha sed me tomé las infusiones al instante y me dispuse a dormir para componer fuerzas. En eso estaba, dejando pasar las risitas de romance de mis dos acompañantes de la izquierda, cuando siento una sensación extraña, como si mi estómago de repente pasara a estar arriba de mi cabeza en forma brusca. Fue en cosa de segundos. Me vi tambaleando en el asiento, y los maleteros del avión comenzaban a sacudirse bruscamente. Desde su interior caían bolsones, paquetes y periódicos sobre mí. La gente gritaba despavorida, las azafatas gateaban en el pasillo, y mis acompañantes trataban de agarrarse de los espaldares de los asientos delanteros. No iban más allá de 100 pasajeros, pero la gritería y la desesperación parecían haberlos multiplicado. Yo no sabía al principio si lo que estaba ocurriendo era cierto o lo estaba soñando. El piloto hablaba por el parlante en español con mucha calma, pidiendo que nadie se levantara de sus asientos, que se pusieran sus cinturones y que se mantuvieran tranquilos. En mi desesperación, busco con la mirada alguna salida de emergencia para escapar, pero recapacito que me encontraba en las alturas dentro de un avión. Miro por la ventana y veo un manto verde bajo nosotros. Pensé de todo. Me acordé de la serie Lost. Revisaba mi vida desde los acontecimientos más importantes en imágenes de segundos, en las cosas que aún no había hecho. Me acordaba de mi madre y del dolor que le causaría enterarse que su hijo se moría desaparecido en la selva peruana, lejos de su país. Nunca antes había sentido tanto miedo. Es esa sensación extraña de saber que en 5 segundos te apagabas y no existes más. Mi estómago, mi corazón, mi cabeza eran un solo órgano al ritmo de los latidos. Trataba de contenerme, aguantando mis ganas de salir arrancando: “¡Esto no está ocurriendo!”. De repente el avión da otro salto y caen las mascarillas de oxígeno, que por el movimiento eran imposible de colocárselas. Me inclino bajo el asiento buscando el paracaídas para ponérmelo en caso de algo, pero entre los cabezazos sólo tomaba los pies y las piernas de personas que estaban tiradas en el piso. Me sostengo en el respaldo del asiento delantero, cuando una mano se agarra fuertemente de mi brazo. Era la azafata que se encontraba sentada, con un rostro de terror y toda despeinada. Supe en ese momento, con su mirada, que eso sería lo último.


Habían pasado varios minutos, unos 10 quizás, y aún no ocurría el impacto; mientras la sensación de miedo se acrecentaba cada vez más con la falta de oxígeno. El ambiente era una ráfaga de aire frío, que erizaba la piel y comenzaba a tullirme. Me recliné hacia atrás y sigo con mis pensamientos en destellos, analizando las cosas que había vivido; en la gente que yo quería, en los temas pendientes que nunca solucioné, las metas que nunca cumplí, las palabras que nunca dije, todo con mucha tristeza, pues en ese momento pensaba, que era el fin de todo para mí. Me acuerdo de Dios en ese instante, todo en cosa de segundos. Mientras me aferré firmemente a mi asiento, con un rostro de calma dispuesto a elevar alguna súplica por mi vida, unos pasajeros me miraban con incredibilidad. Cerré mis ojos y comencé en mi mente con una oración, la que creí sería la última de mi vida.

Estoy en eso cuando de repente todo el avión se inclina hacia la cola. Los bolsones y personas tiradas en el pasillo se arrastran hacia atrás. Los gritos no cesaban y el piloto seguía hablando cosas por el parlante que hasta estas alturas poco recuerdo. Sostenía los asientos con mis manos, pensando que se podrían despegar de tan brusco que parecían los remezones.

Vuelvo a mirar por la ventana y me doy cuenta que íbamos ganando altura. Ahora sólo se veían nubes grises. Aún así, nadie podía levantarse. De repente pasó el frío y sonó una leve alarma, que hizo levantar a las azafatas que rápidamente comenzaron a atender a los pasajeros, algunos quemados con los vasos de café calientes que no alcanzaron a servirse. Ordenaban los bolsones, cerraban los maleteros y entre tanto se acomodaban el pelo. El avión seguía tambaleándose, mientras me daba cuenta que iba sentado justo al frente de los motores del avión. Adelante se escuchaban mujeres o jóvenes que vomitaban y decían “Oh my God” entre sollozos. Las azafatas ya no parecían lindas ni arregladas, más bien contrariadas y estropeadas. 


Cuando se da permiso para ir al baño, se levantan un número no menor de chicas hacia la parte trasera del avión. La primera que entró, luego no quería salir. Comenzó una pelea psicológica por tratar de sacarla. Todos estábamos sudados, pero helados. Enfrentábamos el miedo de diversas formas, mientras yo seguía con mis oraciones internas. De repente el piloto anuncia que después de 1 hora 20 minutos, llegábamos al aeropuerto de Lima. La noticia nos alivió a todos. El día estaba soleado en El Callao y parecía todo tan normal. Aterrizamos expectantes, como cuando la selección de fútbol está a punto de ganar un partido.

Una vez detenido el avión, nos ordenan en español quedarnos en nuestros asientos por algunos minutos, que fue casi media hora. Salimos caminando apresuradamente por la manga. Parecía que los pasajeros del avión nos conocíamos de hace mucho tiempo. Con miradas de complicidad nos dirigimos como un solo grupo hacia el sector de las maletas, pálidos con caras de enfermos. Entre tanto, un grupo de azafatas de otra aerolínea nos miraba por una pared de vidrio, como contemplándonos con compasión, quizás como sobrevivientes. Los maleteros habían quedado desordenados, lo que obligó a esperar otra media hora más a la entrega de nuestros equipajes, mientras sentados en el piso nos afirmábamos unos con otros. Yo iba solo en aquel viaje, deseaba con ganas poder abrazar y contarle todo a alguien conocido. Quería desahogarme y pensé rápidamente en llamar a mi mamá para sacar lo más pronto posible la angustia vivida.

Fui uno de los primeros que reconoció su equipaje. Salí por el pasillo al exterior, donde mucha gente permanecía atenta esperando a sus cercanos. Ansiaba que tan sólo alguien de ellos también me estuviera esperando. Me dirigí casi tambaleando hacia la zona de los teléfonos y llamo a mi casa para hablar con mi madre, que de seguro a esa hora me contestaría. Apenas me oye, comienza un rezo interminable: “¡Por fin hablo contigo cabro...! Vente luego, mira que en las noticias dicen que en Perú está la escoba con las lluvias. Dijeron que desapareció un pueblo entero…!!” y así siguió su largo rezo sin parar. Lo único que atiné a decirle, que esa misma noche estaba en casa con Ella, que me esperara con una sopa, y que la amaba mucho. Nunca me había dado tanta alegría escuchar los retos y la voz cariñosa de mi madre. Opté por no contarle nada para no preocuparla más. Mientras corto el teléfono se escucha un aviso en todo el aeropuerto: “Se les informa a todos los señores pasajeros, que los vuelos con destino Lima-Cusco y desde Cusco a Lima, serán retrasados en todas las aerolíneas hasta nuevo aviso, por las actuales condiciones de mal tiempo en la zona”.

12 comentarios:

area 12 dijo...

SE ME QUITAN LAS GANAS DE VOLAR....
UNA PREGUNTA¿CUSCO ES LO QUE NOSOTROS EN ESPAÑA LLAMAMOS CUZCO?

Sólo Adán dijo...

Así es. Hasta mediados del siglo pasado, todo el mundo conocía la ciudad como "Cuzco", pero la gramática oficial del Perú la oficializó como Cusco en términos legales, aunque de las dos formas es siempre correcto. Ahora en Europa todo el mundo la conoce como Cuzco si deseas buscar información. Si ingresas a Perú, estará como Cusco, tal como aparece en este link oficial de turismo: http://www.peru.info/es/donde-ir/cusco-651-3.14-1-1291-ci4

area 12 dijo...

GRACIAS, AHORA MISMO LO BUSCO.
ERES EL ESPASA CALPE ANDANTE.....
MUCHAS GRACIAS

Unknown dijo...

Qué miedo que ocurra algo así en un avión, y más sobre todo, rodeado de desconocidos.
Pienso que en ese momento vendrían a mi mente todos los accidentes que he sabido tanto de aviones como de autos y me sentiría como uno más.

Tomás Armijo. dijo...

Brígida la Experiencia.
Recuerdo que cuando tuve el accidente en el Cajón del Maipo, llore una semana completa, me preguntaban algo y saltaban las lágrimas de mis ojos, incluso despues de dos días ya me daba verguenza.
Creo que cuando uno tiene este tipo de experiencias no puede no volver a replantearse todo. En mi caso no tuve tiempo ni siquiera para reaccionar, así que la catarsis fue posterior.

Así son las cosas de la Vida, siempre he dicho que si algo te va a pasar, será aqui o en la quebrá del ají. Derepente nos quieren dar sustitos nomás.

Suerte Sr. Adán =)

Roddo dijo...

Uhm... Mi amiga Paula, esperó sus vacaciones de verano todo el año para ir a conocer Perú y en especial Machu Picchu... y le pasó lo mismo; lluvias interminables. Terminó aislada, caminando por un camino de tierra en medio de la nada de noche y toda mojada... Juró que jamás volvería a Perú y me dijo que Macchu Picchu no era la gran cosa después de todo. :-(

Anónimo dijo...

Vale =).
Saludos

area 12 dijo...

DUDO MUCHO QUE PUEDA IR YO A PERU EN MI VIDA PERO TODO LO QUE HE VISTO DE ESE PAIS Y DE MACCHU PICCHU ME HACE PENSAR QUE SI MERECERIA LA PENA VISITARLO

LadelosSuenios dijo...

Pero es que la linea aérea que usaste poh cabro!!!...
Se sabe que las bolivianas y las peruanas son malas, cero mantención y todo eso...

Para mi LAN es la mas confiable.
No he viajado poco y siempre que lo hice por esa linea aérea nunca hubo problemas. En cambio con un par que recuerdo que ya no existen My God.. el sustito que me llevé

Saludos y que bueno tenerte en tierra nuevamente.


Bezozzzz

Sólo Adán dijo...

Pipe: De seguro pasar un susto así y sin compañía, es muy angustiante.

Tomás: Así es con respecto a los sustos. La muerte nos puede sorprender en cualquier parte. En cuanto a este suceso, también quedé con mis traumas. Gracias a unos amigos argentinos que hice en el aeropuerto después del viaje, pude subirme a mi próximo vuelo rumbo a Santiago. Pero creo que no la vuelvo a contar dos veces xD!

Roddo: Por suerte cuando pasó esa tragedia de Machu Pichu, no había llegado a Perú. De todas formas igual me arriesgué a ir, y sin contar el tema de las lluvias, creo que Perú tiene cosas muy interesantes de conocer. Que lata la experiencia de tu amiga. Yo sigo en plan de visitar por segunda vez Perú, esta vez para lograr conocer Machu Pichu, pero cuando no llueva por esas zonas, desde Mayo a Diciembre.

Area12: Es muy recomendable ir a Perú, si te gusta la buena mesa, la buena atención, la cultura incaica, la historia de la colonización española y los paisajes andinos. Eso sí, hay que tomar ciertos resguardos, como en todos lados, entre esos, las condiciones climáticas, el transporte y la seguridad.

Sandra: Si es verdad. Nunca más vuelvo a volar en Taca jaja... y recomendable Lan en un 100%. Un buen servicio, aunque sea un poco más caro.

alfonso dijo...


· ¡Y yo que quería ir al sur de vuestro continente! Se me hace muy duro tener que ir nadando pero volar y que me pase lo que a ti... Vaya, es una experiencia para contar, no para vivir.

· Saludos

CristalRasgado & LaMiradaAusente
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Anónimo dijo...

Wow! Increíble la historia, en verdad no la cuentas dos veces...
La verdad es que si quieres conocer Perú siempre habrá algo riesgoso, yo fui en Febrero del 2008, pero hicimos el viaje en bus hasta Arica y luego cruzamos por tierra hacia Tacna. Recuerdo que íbamos con mucho temor porque fue a unos cuantos días de que se hiciera publica la noticia de que militares peruanos habían interceptado y raptado un bus de turistas chilenos en pleno desierto, a los cuales les robaron con arma en mano y lejos de todo!
Pero no nos pasó nada, el susto fue para nuestros familiares solamente. :P

Pero bueno loco, mirando el lado positivo, te queda una historia de la vida para contar a todos...

Saludos