jueves, 30 de marzo de 2006

Crónicas de Universidad


Es día martes y Gabriel se dirige al nuevo casino inaugurado en el campus central de la Universidad. Ese casino que a simple vista parece un acuario, construido entero de vidrio y donde es posible apreciar todo su espacio interior desde afuera, junto a las personas que en él se encuentran.

Pero antes de cruzar la calle Uruguay la seguridad de Gabriel se ve perturbada de forma sorpresiva. Mónica, una chica de pollera celeste lo reconoce y contempla entre reojos su aproximación.

Sin duda algo inquieta a Gabriel... algo que lo saca de su habitual concentración. Mónica se da cuenta desde el interior del casino. Para ella es fácil advertirlo en él, ya que en estos tres meses de primer año universitario lo ha aprendido a conocer bien.

Siempre cabe la casualidad de compartir los mismos lugares, creándose un vínculo algo diferente. Más aún, perece ser que el coincidir en ciertos lugares no tiene nada que ver con las probabilidades, todo lo contrario, obedece a sus propias intenciones. De otro modo, como explicar el repentino gusto de Mónica por el café acompañado de un cigarro en aquel casino de vidrio, y del agradable sol de mayo en la plaza Los Aromos.

Ella disfruta con verlo pasar entre tanta gente y hasta es capaz de reconocerlo entre la multitud. Por un momento, Mónica se siente estar en un gran teatro tratando de lograr que el actor principal la mire sólo a ella, que actúe como si fuera su única espectadora. Y es que a ella le gusta mucho la exclusividad. Cuando ambos adolescentes conversan, ella se siente gozar de esa exclusividad, creyendo ser parte de un mundo... aquel mundo que no existe cuando habla con Gabriel.

Gabriel sigue su ruta habitual, llega a la esquina, dobla y se pierde tras los altos árboles del lugar. Mónica y su amiga se dirigen a clases, y es sólo en ese momento, al ver como aquel delgado joven se aleja, cuando ella se queda en completo silencio.

Ya van un par de años y hace tres meses Gabriel y Mónica se reencuentran nuevamente aquí en la universidad. Junto con ellos, las cosas parecen haber cambiado mucho. Hoy los escaños parecen estar siempre ocupados, el cielo nublado y el viento que corre es capaz de helar los pensamientos. Mayo le juega a ambos una mala pasada. La voluntad es cosa de locos y ellos no quieren correr el riesgo de perder la cabeza.

jueves, 23 de marzo de 2006

Noche de penas

Otra vez estoy aquí. Claro que esta vez me escapé de la burbuja en la que me encontraba y decidí aislarme del resto, buscando la tranquilidad de esta noche otoñal, sentándome a la orilla del camino.

En el momento en que me siento, me doy cuenta que la calle esta absolutamente desierta. Bueno... casi desierta. Salvo por aquellos dos perros que vagan por ahí cerca, mirándome con cierta lástima como adivinando mi desdicha. Me doy cuenta que mis vecinos se encuentran en sus hogares, todos refugiados frente al televisor. El cemento está muy helado, pero aún así resisto el frío, todo por disfrutar de ésta noche fresca, clara y estrellada.

Pienso en mi Blog, uno de mis refugios favoritos para depositar mis impresiones. Me decido por trazar este preciso instante. Instante en el cuál escupiré toda esta pena que llevo dentro. Así lo haré, aunque se lea algo patético. Y lo siento mucho por aquellas personas que leen mi bitácora y que además de encontrarlo triste, “patúamente”no postean. Pero "así no más es la cosa", es mi espacio personal y en mi vida no siempre cunden los buenos momentos.

Casi siempre trato de rehuir la pena, pero ésta al final siempre me alcanza. Hoy es un día de ésos, día de penas varias. Pienso muchas cosas, pensamientos tan rápidos que vuelan como los mosquitos en las luminarias. Tristezas acumuladas de días pasados, que me nacen del interior, como del estómago, y que se deposita y crece como un tumor, aportando todo su dolor a través de mi débil cuerpo.

Definitivamente, las relaciones humanas no son lo mío. Por eso mismo creo que me volveré un ermitaño o un autista. Estoy cansado de decepcionar y de recibir decepciones. “El que no se arriesga no cruza el río”... bla bla bla..., me vale un ajo esos dichos en este momento. Aburrido de buscar respuestas en la gente: en sus actos, en sus dichos, en su forma tan variada de ver la vida, para así de una vez lograr comprenderlos. Sé que no hay nada que entender, solo ver. Muchas ideas que me confunden. Y es tanta la confusión que me da miedo. ¿Adán con miedo? Si, también siento miedo. Me pregunto: ¿qué esperar de la gente? ¿qué esperan ellos de mi?, y solo viene un rotundo: ¡NO SË!. No me importa saberlo tampoco, por hoy cierro mis ojos para no saber de nada.

Esta claro que mis penas tienen un origen... yo. ¿Seré entonces yo el problema?. Y otra vez la respuesta: ¡NO SÉ!. Quito bruscamente mi mirada del oscuro bosque y la dejo caer sobre ese auto que se aproxima, solo para que aquellas interrogantes no sigan perturbando más mi mente.

Aunque me muestro firme frente a todos, las palabras de ciertas personas han caído hondo sobre mi, hiriendo mis sentimientos sin yo poder decir o hacer nada.

Trato de esperar mi ansiada libertad, pero es como esperar nada. Mi conciencia me habla y me responde: El que espera y confía en el hombre nada recibirá, y el que ama esta vida prontamente la perderá. Claramente me siento decepcionado de este mundo y su sistema. Creo ser un extraño en mi propia sociedad. Ya no quiero cuestionar más a la gente ni saber que ellos mismos me cuestionen. Evitaré de mostrarme racional y desbordaré toda mi locura en pos de mis razones. Seguiré levantando más alto esta muralla que construyo, la muralla de mi orgullo, la que me servirá para aislar mis mundos de los demás mundos que me invaden.

Pero, ¿por qué pensar así?. Justo cuando todos me necesitan me encuentran, y cuando yo necesito de ellos nunca están. Y si pienso en aquellas personas que me han demostrado su cariño... cariño que yo no les puedo corresponder, me siento más afligido.

Siento que entrego mucho y que recibo poco. Pero de la misma forma que entrego mucho, oculto mucho también. Quisiera recibir paciencia, comprensión, empatía, cariño, sentir no sé... ya no sentir nada. Mejor será para mi, transformarme en un bloque de cemento frío y duro como el de esta berma, para que así no sea nunca más abatido. Total, como dice el dicho: entre más conozco a las personas... más quiero a mi perro.

sábado, 11 de marzo de 2006

No quedan días de verano

Aqui de nuevo...

No quedan días de verano
el viento se los llevó,
y un cielo de nubes negras
cubría el último adiós...



Sin duda, me terminó gustando este dúo español. En éste mismísimo momento escucho el tema "No quedan días de verano". Anteriormente había escuchado varias canciones de Amaral en la radio, pero durante este verano terminé por convencerme con el grupo gracias a la influencia de cierta personita. No soy un tipo fácilmente influenciable (eso hay que aclararlo), pero ella me ayudó a descubrir la fuerza interpretativa de Eva Amaral, la fusión de sonidos en sus canciones (rock, pop y flamenco) y el contenido realista de sus letras. Podría decir muchas cosas respecto a este dúo, pero eso es trabajo de un crítico de espectáculos. A mi solo me gusta, aunque yo le hubiese dado la antorcha de oro y la gaviota de plata en el festival de Viña.

Literalmente... no quedan días de verano. El sol ya ni calienta como antes y el mar se puso más bravo. Los días se hacen más cortos y el viento Sur sopla con más fuerza haciéndose más frío con el avance de los días. Típicos síntomas del adiós del verano y de la llegada del otoño (mi estación favorita).

Ayer quise ir a la playa, acompañado con amigos o por último con algunas de mis hermanas. Nadie me pescó. Pero el día estaba imperdible según yo, así que aproveché de sacar mi bicicleta y salir a revolcarme un rato a la arena y ver que se podría dar por esos lados. Así lo hice, pero ya no tenía el mismo gustito de hace días. Como haya sido la cosa, igual me relajé demasiado. Me bañe en las gélidas aguas de la Bahía Carnero y tomé sol hasta cuando estuve completamente seco antes de marcharme a mi casa.

Fue un verano muy particular, tranquilo... pero bueno. Fue distinto a los demás veranos, porque noté un cambio en mi actitud en comparación a los estivales ya pasados. Ya no era el tipo que andaba como loco rompiendo olas, ni el chico traumado que no lo sacaban del agua ni con grúa donde quiera que fuese. Tampoco anduve haciendo mis típicos numeritos en fogatas, ni en las salidas de camping, ni en aquellos asaditos varios (que no fueron muchos). Me encontré más maduro, aunque no tanto, pero algo, un poquito nada mas..., si..., no mucho...

Pero lo que más rescato de este verano, es que fue más familiar que los anteriores. Como que pasé mas tiempo con los míos. Me di el tiempo para conocer a mis hermanos después de tantos años sin sentarnos a pelear bien duro y a aclarar inmediatamente nuestras diferencias de modo civilizado. Tuve la impresión en que después de cinco años, ellos me volvían a conocer. Claro, porque pase más tiempo con ellos. No fueron días, semanas, ni un mes... fueron varios. Período necesario para ellos, para que pudieran conocer que no soy un hermano tan malo (jejejeje). Y de mis papas? ni hablar, con mi Mamá, la relación se estrecho mucho más. Pero aún así, no viviría con ellos ni jodiendo (toco madera).

Pero no sólo eso. Aproveché de reencontrarme con viejos amigos y ex compañeros de escuela y de liceo que no veía en años. Saber de algunos que ya estaban casados, que eran padres y que tenían una vida formalizada (por así decirlo). Muchos temas de conversación, algunos muy profundos y otros demasiados divertidos. Y con mis actuales “cumpas” con los cuáles pasamos gratos momentos.

Ahora me recuerdo de aquellas charlas que teníamos en la orilla del río en algunas tardes de Enero. Nos duraban hasta llegar la noche y terminábamos picados de zancudos y tullidos. O de las salidas en bicicleta en hora de once con el Cristián, donde siempre nos tenía que pasar algo, bueno o malo, pero siempre salíamos con una sorpresa. Las charlas y tallas que echábamos con la Abigail en el parque costanera, donde nos reíamos de nuestra visión (ella liberal y yo irónico) de ver la vida.

Ah! Y de mi estadía en el campo, en la cordillera, en el alto Bio Bio, en el lago Lleu Lleu compartiendo con las comunidades mapuches de ese sector. Cuando fui por primera vez a un Guillatum, a un funeral mapuche y donde conocí a mucha gente wuinca, como al intendente Tohá y a varios otros políticos. De las aventuras con mis primos, primitos y tíos en algunas reservas naturales y parques nacionales como el Tolhuaca y el Manzanar.

En fin, trataré de guardar esos buenos momentos de los que viví en este verano. Traté de resumir algunas cosas pero en general, es eso. Un verano “piola”, tranquilo y familiar. Y para que decir de esos días de calor... estuvieron geniales. Ya se me va este verano y no me queda más que recordarlo, escuchando de fondo las canciones de Amaral, que me ayudarán a atesorar estos gratos días de verano que ya se van.