Llueve intensamente en el Puerto. Cinco chicos de Séptimo Año de la Escuela J. J. Pérez, preparan ansiosos sus barquitos de papel. Las calles inundadas por la lluvia, son ideales para una nueva competencia de naves.
Los transeúntes corren de esquina en esquina tratando de no empaparse demasiado, mientras ellos sacan de sus bolsillos, los barquitos que cursarán 6 cuadras más abajo, teniendo como meta el colector principal.
Todo parece normal en la mente de los niños. “Victoria II” se llama el que está hecho de papel oficio. “Titanic”, el de cartón forrado. En tamaño, forma y diseño, se destaca “El Caupolicán I”. Pero llama la atención el nombre del barco de Luís. Su nombre “Amalia”, causa risa y curiosidad entre sus amigos. Él, ignorando a sus compañeros, deposita su nave a la corriente rumbo a su suerte.
Los chicos corren y apuestan por el barquito vencedor. Están todos mojados. No les importa el hambre que se hace sentir por esas horas. Sobre el rostro mojado de Luís, es posible notar una leve tristeza. Ninguno de sus amigos sabe, que el nombre de aquel barquito de papel, corresponde al nombre de la mujer que lo trajo al mundo. Lo regaló en adopción a una familia acomodada, cuando él tenía apenas 4 años de edad. Y aunque siempre supo la verdad de su origen, pocas veces ha hablado del tema con sus actuales padres.
Su mente día a día se debate en la búsqueda estrepitosa de respuestas a un millar de dudas. Hubo un periodo en que se le vio llorar silenciosamente en público durante las clases de música. La noche se torna eterna en días de lluvia. Lo empapa la inseguridad y el desamparo. Todo hace suponer que hoy, será una noche de aquellas.
Mira el barco atentamente y lo invaden restos de imágenes tristes. De inmediato, las preguntas y la rabia vuelven. Sobre las aguas turbias de la vereda, el “Amalia”, poco a poco se pierde. Intenta salir a flote, pero Luís, no prueba esfuerzos por rescatarlo. Los deseos de llorar otra vez vuelven. Se contiene. Sus amigos lo avergonzarían si lo vuelve hacer. Se resigna, se olvida, pero al instante el nombre Amalia regresa a su conciencia.
Sobre las “aguas lluvias” de la calle, ya no quedan rastros de barquitos. El “Amalia”, fue el penúltimo en hundirse antes que el “Caupolicán I”. Si tan sólo los recuerdos fueran como los barquitos, echados a la deriva sobre una turbia corriente, todo parecería más fácil para Luís. Se perderían y desintegrarían con la humedad y la distancia. Aquella humedad derramada por sus ojos, cada noche, cuando recuerda el nombre “Amalia”.
Los transeúntes corren de esquina en esquina tratando de no empaparse demasiado, mientras ellos sacan de sus bolsillos, los barquitos que cursarán 6 cuadras más abajo, teniendo como meta el colector principal.
Todo parece normal en la mente de los niños. “Victoria II” se llama el que está hecho de papel oficio. “Titanic”, el de cartón forrado. En tamaño, forma y diseño, se destaca “El Caupolicán I”. Pero llama la atención el nombre del barco de Luís. Su nombre “Amalia”, causa risa y curiosidad entre sus amigos. Él, ignorando a sus compañeros, deposita su nave a la corriente rumbo a su suerte.
Los chicos corren y apuestan por el barquito vencedor. Están todos mojados. No les importa el hambre que se hace sentir por esas horas. Sobre el rostro mojado de Luís, es posible notar una leve tristeza. Ninguno de sus amigos sabe, que el nombre de aquel barquito de papel, corresponde al nombre de la mujer que lo trajo al mundo. Lo regaló en adopción a una familia acomodada, cuando él tenía apenas 4 años de edad. Y aunque siempre supo la verdad de su origen, pocas veces ha hablado del tema con sus actuales padres.
Su mente día a día se debate en la búsqueda estrepitosa de respuestas a un millar de dudas. Hubo un periodo en que se le vio llorar silenciosamente en público durante las clases de música. La noche se torna eterna en días de lluvia. Lo empapa la inseguridad y el desamparo. Todo hace suponer que hoy, será una noche de aquellas.
Mira el barco atentamente y lo invaden restos de imágenes tristes. De inmediato, las preguntas y la rabia vuelven. Sobre las aguas turbias de la vereda, el “Amalia”, poco a poco se pierde. Intenta salir a flote, pero Luís, no prueba esfuerzos por rescatarlo. Los deseos de llorar otra vez vuelven. Se contiene. Sus amigos lo avergonzarían si lo vuelve hacer. Se resigna, se olvida, pero al instante el nombre Amalia regresa a su conciencia.
Sobre las “aguas lluvias” de la calle, ya no quedan rastros de barquitos. El “Amalia”, fue el penúltimo en hundirse antes que el “Caupolicán I”. Si tan sólo los recuerdos fueran como los barquitos, echados a la deriva sobre una turbia corriente, todo parecería más fácil para Luís. Se perderían y desintegrarían con la humedad y la distancia. Aquella humedad derramada por sus ojos, cada noche, cuando recuerda el nombre “Amalia”.
33 comentarios:
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A mi Amigo Rodolfo...
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BUENÍSIMO RELATO VIEJO.
Y METÁFORA TAMBIÉN.
DE HECHO, NO SABES CUANTO ANSÍO HUNDIR MUCHOS BARCOS..
SALUDOS.
Qué linda historia... deja con una sensación de pena. Pucha, qué entretenido sería hacer una competencia de barquitos ahora de grande... saludos.
cielos!!! que hermoso...
pero vamos!! puedes hacer una competencia ahora...de grandes, concuerdo con doña ale
Que buena metafora tocayo. Hace tiempo que no conversábamos, pero una necesidad me hizo volver a los blogs.
Mi problema es que se me han hundido muchos barcos, que ahora me gustarìa tener nuevamente conmigo.
Saludos compadre
Muy lindo post, me encanto.
Pero la verdad es que los recuerdos no se van así como los barcos de papel, se quedan para siempre con nosotros. Eso si evolucionan y eso es lo importante.
Cariños…
me hiicste abrir el baul de os recuerdos de mi mente!! de niño jugaba con mi abuela en la vereda de su casa donde el agua se lo llevaba.. hasta que desaparecia en las alcantarillas!! que hermoso posts que recuerdo me hicistes acordar!!
Quelentaro es un dúo y en género musical es el mismo al de Víctor, pues es netamente folclor, pero el estilo es diferente, pues las canciones de Víctor son cantadas y los temas de Quelentaro son recitados.
hermoso, te felicito, pero de una gran tristeza
esos ojitos que lloran en la noche por el recuerdo siendo tan niño, van a llorar toda la vida la ausencia de esa madre que lo dejo un dia
los barquitos de papel siempre se terminan hundiendo
que estes muy bien y gracias por tu compañia, besitos
besos y sueños
que historia mas linda y triste! muchas veces lo unico que queremos es que las lagrimas se lleven los malos recuerdos, pero lamentablemente no sucede y ed forma inevitable la lluvia nostalgica nos trae esos momentos a la mente....
abrazos....
*mãńįŧâ*
me encantan este tipo de metaforas...
saludos
Qu estupendo texto me encantó. Si tan sólo los recuerdos fueran como esos frágiles barquitos, que bueno sería todo!!!
Felicitaciones, tienes buena pluma amigo.
Un abrazo.
Muy bueno en realidad.
Más que verle el lado literario propiamente tal, suelo "imaginarlo" en pantalla cada vez que leo una cosa así y en este caso, resulta algo muy emotivo.
Saludos
Que relato tan hermoso y a la vez tan nostálgico, cuantos estarán como Luís de encontrar a su Amalia, y que le responda tantas dudas, lo importante es que tuvo unos padres que le enseñaron otras cosas; linda imagen
Besitos y feliz fin
Hace tanto que no hago, me diste ganas...
ME encanto la metafora y muy buen relato, puede parecer infantil y todo pero me encantan las cosas hechas de papel, los barcos, en si el origami.
Saludos y un abrazo=^.^=
Si los recuerdos tristes se perdieran así, nos haria la vida más fácil. :) Me gustó mucho la historia! un besote adán, grácias por pasar a mi blog.
Lindo relato, nostálgico, aunque como alguien dijo por ahí los recuerdos permanecen...
un abrazo
nunca supe hacer barquitos de papel :S
Muy buen relato, y muy triste también.
Saludos.
Amigo, primeramente quiero agradecer las visitas y los comentarios que dejas en el blog, me dejas pensando muchas cosas con este post, te dejo un abrazo enorme y deseandote que Dios llene tu vida de paz y de amor por siempre, SHALOM.
Es un lindo y trite relato, ojala existiera la manera de hacer que esos tristes recuerdos desaprecieran y dar paso solo a los alegres...pocos tienen esa capacidad.
Un abrazo y gracias por tu visita en mi blog.
es como un tanto nostalgico...
pensar ke asi como los barcos se hunden... las historias tb se van desintegrando...
se humedecen..
y terminan por morir
llegue aqui por la cuenta de una amiga,y me pareciste interensante... a todo esto no se de donde eres, pero parece que de algun lugar donde llueve mucho.
bueno, saluditos, chau
Me dió penita la historia, es que ando media sensible este último tiempo.
A pesar de la tristeza que me dió, lo encontré buenísimo, cuando un relato logra conmoverte es porque está cargado de sentimientos.
Saludos y un abrazo.
historias que solo pueden ocurrir en tu Lebu. Muy linda, me gustó. Un abrazo.
En mi caso no se si aspiro a hundir mis recuerdos. Quizás más difícil que vivir con algunos, es permitir que se borren.
Si no se acumularan situaciones en la memoria, quedaríamos aún más a la deriva. Claro, como un barco de papel.
Saludos.
Está más que claro que los recuerdos siempre irán con nosotros, sean buenos o malos, son parte de nuestra existencia.
De seguro Luís creció y aprendió mucho de aquellos malos recuerdos, que terminaron por formar en él, una nueva concepción de vida.
Decir, que esta historia es real y ocurrió hace varios años atráz.
Por fín pude publicar esta historia, que por mucho tiempo rondaba en mi cabeza.
Gracias a todas las personas que pasaron y postiaron.
Un abrazo...
Adán.
Tu historia me emocionó hasta las lágrimas.
Cuántas historias similares hay en la vida, y están más cerca de lo que pensamos!!!
Un abrazo
Llego a tu blog a través del de Mauro; la historia que cuentas es tremendamente triste, y cuantas escuchamos todos los días,quiero dejar un escrito de un hombre que sufrió mucho en un campo de concentración y salvó la vida por que era útil era químico, su nombre Primo Levi:
Si esto es un hombre
Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
Primo Levi: Si esto es un hombre, p. 9
ADAN: Que emotiva historia, aun mas sabiendo que es algo de la vida real. Te abrazo como siempre.
Caro de Resonansias.
Muchas veces queremos que los problemas se hundan para sacar a flote lo que nos acomoda, lo que nos hace estar estables emocionalmente, pero sin embargo a veces la corriente trae de regreso esas embarcaciones que creiamos olvidadas y que difícil es convivir con ese tipo de cosas, sin embrago pienso que hace más sabrosa la vida, que fome sería tener una vida plana y sin reveses que la aliñen, para aprender y crecer cada día....
• Un excelente relato, con aguas que nos inundan de tristeza mientras nuestro barquitos pugnan por seguir a flote.
• Está bien que vuelvas a escribir. Tienes que escribir, que vale la pena.
• Agradezco tu visita.
• Saludos
CR & LMA
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