lunes, 13 de agosto de 2007

Barquitos De Papel

Llueve intensamente en el Puerto. Cinco chicos de Séptimo Año de la Escuela J. J. Pérez, preparan ansiosos sus barquitos de papel. Las calles inundadas por la lluvia, son ideales para una nueva competencia de naves.

Los transeúntes corren de esquina en esquina tratando de no empaparse demasiado, mientras ellos sacan de sus bolsillos, los barquitos que cursarán 6 cuadras más abajo, teniendo como meta el colector principal.

Todo parece normal en la mente de los niños. “Victoria II” se llama el que está hecho de papel oficio. “Titanic”, el de cartón forrado. En tamaño, forma y diseño, se destaca “El Caupolicán I”. Pero llama la atención el nombre del barco de Luís. Su nombre “Amalia”, causa risa y curiosidad entre sus amigos. Él, ignorando a sus compañeros, deposita su nave a la corriente rumbo a su suerte.

Los chicos corren y apuestan por el barquito vencedor. Están todos mojados. No les importa el hambre que se hace sentir por esas horas. Sobre el rostro mojado de Luís, es posible notar una leve tristeza. Ninguno de sus amigos sabe, que el nombre de aquel barquito de papel, corresponde al nombre de la mujer que lo trajo al mundo. Lo regaló en adopción a una familia acomodada, cuando él tenía apenas 4 años de edad. Y aunque siempre supo la verdad de su origen, pocas veces ha hablado del tema con sus actuales padres.

Su mente día a día se debate en la búsqueda estrepitosa de respuestas a un millar de dudas. Hubo un periodo en que se le vio llorar silenciosamente en público durante las clases de música. La noche se torna eterna en días de lluvia. Lo empapa la inseguridad y el desamparo. Todo hace suponer que hoy, será una noche de aquellas.

Mira el barco atentamente y lo invaden restos de imágenes tristes. De inmediato, las preguntas y la rabia vuelven. Sobre las aguas turbias de la vereda, el “Amalia”, poco a poco se pierde. Intenta salir a flote, pero Luís, no prueba esfuerzos por rescatarlo. Los deseos de llorar otra vez vuelven. Se contiene. Sus amigos lo avergonzarían si lo vuelve hacer. Se resigna, se olvida, pero al instante el nombre Amalia regresa a su conciencia.

Sobre las “aguas lluvias” de la calle, ya no quedan rastros de barquitos. El “Amalia”, fue el penúltimo en hundirse antes que el “Caupolicán I”. Si tan sólo los recuerdos fueran como los barquitos, echados a la deriva sobre una turbia corriente, todo parecería más fácil para Luís. Se perderían y desintegrarían con la humedad y la distancia. Aquella humedad derramada por sus ojos, cada noche, cuando recuerda el nombre “Amalia”.

Mi Paraíso


Busco un Lugar Lejos del Mundanal...
Un Paraíso de Arena y Mar.