Es un día cualquiera en el mes de Julio. Eduardo se dirige al nuevo casino inaugurado en el campus central de la Universidad. Un edificio que a simple vista parece un acuario, construido entero de vidrio, en donde es posible apreciar todo su espacio interior desde afuera.
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Pero algo inquieta a Eduardo. Algo que lo saca de su habitual concentración. Nancy, una chica de parka celeste, desde el interior del casino se da cuenta. Para ella es fácil advertirlo en él, ya que en estos meses de primer año universitario, lo ha aprendido a conocer muy bien.
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Siempre cabe la casualidad de compartir los mismos lugares, creándose un vínculo algo especial. Aunque el coincidir en ciertos lugares no tiene nada que ver con las probabilidades, todo lo contrario, obedece a sus propias intenciones personales de buscarce. De otro modo, como explicar el repentino gusto de Nancy por el café cortado en aquel casino de vidrio a las 5 de la tarde. O de estudiar en horas de colación, en la agradable sala de la biblioteca. Ella disfruta con verlo pasar entre tanta gente. Y hasta es capaz de reconocerlo entre la multitud.
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Por un momento, Nancy se siente estar en un gran teatro, tratando de lograr que el actor principal la mire sólo a ella, que actúe como si fuera su única espectadora. Y es que a ésta chica de ojos verdes le gusta mucho la exclusividad. Cuando ambos conversan, se siente protagonista, creyendo ser parte de un mundo…, aquel mundo que no existe cuando está junto a Eduardo.
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Él en tanto sigue su ruta. Llega a la esquina, dobla y se pierde tras los árboles del lugar. Nancy y su amiga se dirigen a clases, y es en ese momento, al ver como aquel delgado adolescente se aleja, cuando permanece en completo silencio.
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Es un día nublado en el campus de la Universidad De la Frontera. Los escaños parecen estar siempre ocupados. El viento que corre, es capas de helar hasta los pensamientos más ligeros de Eduardo.
Julio le juega a ambos una mala pasada. A veces, la voluntad es cosa de locos, pero ellos, no quieren correr el riesgo de perder la cabeza. Por lo menos, no en invierno.
Julio le juega a ambos una mala pasada. A veces, la voluntad es cosa de locos, pero ellos, no quieren correr el riesgo de perder la cabeza. Por lo menos, no en invierno.
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