martes, 30 de mayo de 2006

Gonzalo Rojas


Veo un río veloz brillar
como un cuchillo,

partir mi Lebu
en dos mitades de fragancia,

lo escucho, lo huelo, lo acaricio,
lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían,
lo siento como una arteria más
entre mis sienes y mi almohada.




Extracto de "Carbón" del poeta chileno Gonzalo Rojas,
Premio Nacional de Literatura, Premio Cervantes 2003,
Candidato a Premio Nobel de Literatura 2006.


jueves, 25 de mayo de 2006

Sensaciones Muchas

Querido Blog...

Ese rato, me dirigí a la cocina a preparar un rico té con limón para tratar de hacer más placentero este resfrío, que se me ha prolongado ya por varios días. Pero al abrír el refrigerador para sacar los limones, me topé con una botella de chicha de manzana. En ese momento, aquel dicho popular: “Lo que uno propone... Dios dispone”, se convirtió en ley. Cambié la idea original por ese tentador brebaje natural que se notaba fresco y frío.

Tres tiritones al primer sorbo, me dieron a entender que aquella “muy distinguida bebida”, se encontraba en estado de fermentación avanzada (fuertona). Mis ansias de “beber” de aquel juguito de fruta, hacían que mis papilas gustativas se hicieran notar, haciendo agua mi boca. Como no vi a nadie alrededor, me adueñe de ese litro de chicha (litro y medio), me lo llevé a un lugar retirado del mundanal quehacer y me lo serví poco a poco.

Terminado el ritual de degustación y con los ánimos recargados, compruebo que recupero la inspiración (que se me había perdido por mucho tiempo), y se me vienen esas ganas repentinas por escribir. No sabía exactamente el motivo de tan misteriosas ganas. Me pregunté: ¿Será el factor etílico el responsable? No sé. El asunto fue..., que con cierto “grado” de felicidad y astringencia papilar, traté de pensar en que podría escribir. Tenía claro que las ganas de garabatear estaban, la inspiración creo que también, pero la disposición para pensar?… parece que no. Se me vinieron un montón de cosas a la mente, cabeza o cerebro (no se mucho de esas cosas). Sensaciones surtidas y todo, pero nada fluía.

Miro fijamente entonces a quién según yo podría tener la culpa de tan extraña confusión… ¡Mi lápiz! Es ahí donde le pregunto sin vacilación y con cierta cuota de autoridad: ¿sssomo’ amigo’sss o no sssomo’ amigo’sss?!!!

Aquel individuo se veía débil, "flacucho", como tambaleante, medio mareado, sin ganas de discutir. Al verlo así, me embargué en una pena tremenda por él. Así como con ganas de llorar por no poder ayudarlo. Increíblemente aquel lápiz azul, había tocado lo más profundo de mi corazón. Lo abracé fuertemente con mis dedos y le dije que todo iba a pasar. Que todo lo que nos ocurría en esta vida era para mejor. "Que no ahí mal que por bien no venga"… y todas esas frases raras y típicas que se expresan por ahí las personas cuando alguien esta de duelo.

Le dije muchas cosas o cosas muchas. Hasta que según yo estuviera más repuesto. De ahí el me respondió con una sentida expresión: ¡Puxa que te quiero weo…!! Ese breve comentario, me dio a entender la buena relación que ambos habíamos alcanzado en ese momento. Yo le dije con total entusiasmo: ¡¡No te gastí’s nunca compare!! El me respondió: Nunca weo…!! Nunca!! Que bien, me sentía feliz y no sabía por que.

Bueno, muchas sensaciones o sensaciones muchas, que no tenía idea de por que las sentía. Las ganas de “carretear” en ese momento no faltaron. Pero me encontraba solito, o sea… yo con mi lápiz. Le converse que la otra vez, le había enseñado a la flaca (mi hermana) a bailar tango. Que entre tanto "chute" al aire nos había salido una muy buena “performance”. Aunque parecía clases de “capoeira” (no se como se escribe), igual la habíamos pasado muy bien en ese rato de reencuentro familiar.

Lo convidé a bailar, pero el lápiz me dijo muy enfurecido que no bailaba con weo… De verdad me jodió medio-medio y me sentí de sobremanera ofendido por ese “retamboreado” y “flacucho” lápiz. Mientras me debatía maliciosamente, entre agotarlo en ese mismo instante o dejarlo para otra ocasión, escucho la voz sorpresiva de mi Padre en la cocina preguntando por la chicha.

Ahora la sensación era de preocupación. ¿Qué "chiva" invento? Le pregunté a mi mejor amigo en ese entonces ahí presente (mi lápiz), el cuál me dijo que lo “engrupiera” con eso de las propiedades benéficas del vinagre de manzana sobre el tracto digestivo. _Chicha y vinagre de manzana ¿que relación tienen?. Me pregunté.

Aunque me costó al principio, pensé que no sería mala idea, sobretodo si lo asociaba con esta gripe que padecía. Además, no sería malo asociarlo también a la gripe aviar o a la fiebre aftosa. Tenía que puro confiar en mi poder de convencimiento y de seguro me creería todo. Así que confiado me fui (o me fui confiado), a dar la cara y a contarle a mi progenitor de las propiedades milagrosas del "juguito" fermentado de manzana.

Anda a saber uno eso de las propiedades beneficiosas de la chicha de manzana, que sirve para adelgazar y para regular el tracto digestivo, según dicen. Lo bueno de todo esto fue, que por un instante, la "chichita", me ayudó a ver la vida de un profundo color azul. El color azul de aquel lápiz que utilicé, para escribir este loco y fantasioso relato.

domingo, 14 de mayo de 2006

El Mar de Madrugada


Ya se me había olvidado lo fuerte que ruge el mar durante la noche por estos lados, en épocas de otoño e invierno. A menos de 3 Km. de mi ventana, aquellas olas que ininterrumpidamente rompen sobre las rocas, se convierten en el único sonido que memoriza mi inconciente.

Creía que la principal causa, de que por estos días el quedarme dormido se haya convertido en un suplicio, solamente se debía a la actividad del océano y a las corrientes estivales del Ártico. Desde esta madrugada, tal suposición queda completamente obsoleta.

Lo cierto, es que justo en las noches y más aún cuando el amanecer está por comenzar, al mar se le ocurre agitar sus olas con esa magnitud, atormentando mis variadas convicciones, haciéndolas tambalear como castillos de arena, cuestionando mi actual realidad y trayendo a la memoria mis recuerdos.

Son recién las 5:30 AM. No quiero pensar más. Sólo deseo sentir el estruendo de aquel frío gigante que se contiene en aquella playa donde de día recurro a buscar ese azul sosiego.

Cierro mis ojos y me abandono, sumergiéndome debajo de las tibias frazadas de mi cama, creyéndome fundir con aquel bendito mar, que en ésta larga madrugada, se ha convertido en el único testigo presencial y sonoro de mi desvelo.